martes, 20 de junio de 2017

EN EL DÍA DEL PADRE, A MI HIJO, CON AMOR



Por Nando Vaccaro Talledo – Junio del 2017


A Facundito, con todo el amor de mi corazón

Facundito y yo, cuando apenas tenía
               unos días fuera del útero de su madre.
Se ha celebrado una nueva fecha que conmemora a los progenitores masculinos, y la recurrente frase “feliz día del padre” me ha invitado a detenerme para reflexionar qué significa en verdad festejar un día del padre, pero más allá incluso, qué condiciones subyacen en nuestra función y rol de padres.

Mi hijo aún no cumple los tres años fuera del útero de su madre, por lo que todavía no tiene la posibilidad de comprender qué es el día del padre. Pero yo sí. Muchos amigos y familiares me escribieron para “felicitarme”. Después de varios saludos y congratulaciones surgió la inquietud: si me están felicitando es porque he hecho algo bien, porque he logrado realizar una acción sobresaliente, de otra manera nadie me entregaría sus enhorabuenas (aunque tenemos la burda costumbre de congraciarnos con las personas sin saber siquiera los valores y el soporte específico que debe existir para una felicitación).

No sé si sea el mejor padre del mundo o si alguien pueda ostentar tal reconocimiento. Me basta darme cuenta que soy responsable con mi hijo, entregarle amor, tiempo y dedicación a ese ser humano que depende de mí, y en igual medida de su madre. Entonces, ¿soy un buen padre?

No quiero esperar a que llegue el próximo año para que vuelvan a decirme “feliz día del padre”, ver que mi hijo esté más grande y recién relacionar la felicitación con los méritos que estoy haciendo para hacerme acreedor a semejante honor. Porque para celebrar un suceso, para recibir un reconocimiento, debo merecerlo.

Es por eso Facundito, amado hijo mío, que tú serás el mejor medidor de mis esfuerzos y preocupación para contigo. Reconozco que a veces pierdo la paciencia y que no soy el hombre más tolerante que pueda existir; que en ocasiones llego cansado a la casa y tú quisieras que tu padre arribe con la energía de un león; que a pesar de proponérmelo, el tiempo que te dedico resulta insuficiente porque mereces que yo esté contigo en cada paso, en cada caída, en cada aprendizaje.

Pero, aun asumiendo mis limitaciones y carencias, hoy, “día del padre”, quiero detenerme para expresar todo mi amor hacia ti, sentimiento que debe estar reflejado en mis acciones, en mi tiempo y preocupación. Admito que debo seguir creciendo como persona, madurando como padre y esposo, y que esa felicitación debe ser producto de la coherencia de lo que hago y entrego por ti; de lo contrario no me sentiré honrado el próximo año, cuando seguramente ya comprendas un poco más de qué trata esta efeméride, y te acerques a mí para abrazarme y augurarme un gran día. Además, la satisfacción más grande no está en las frases ni reconocimientos que pueda recibir (que agradezco, por supuesto) sino en la certeza de tu crecimiento equilibrado, de tu felicidad que debe reflejarse en un alto grado de confianza, en el desarrollo de tu autoestima y autonomía y en el fulgor de tus ojos cada día al despertar, que me demuestran cuán importante es amanecer cada mañana con un sí en el pecho, con esas ganas locas de vivir que solo tú puedes contagiar.


Sin duda que este es un estupendo día para celebrar por tu existencia, que afortunadamente está conectada a mi paternidad. Pero también tiene que ser un día para que los padres tomemos conciencia de que ya es hora que asumamos nuestro gran reto y rol de guiar a ese ser humano que Dios y la vida nos ha puesto a cargo. Si queremos hijos e hijas felices y personas de bien, y por lo tanto una sociedad más armoniosa y justa, debemos dedicarnos y entregar todo el tiempo que nos sea posible, y de igual manera amor, comprensión y empatía. Solo así podremos sentirnos realmente orgullosos de escuchar “feliz día del padre”.