viernes, 9 de febrero de 2018

EL PESO DE LA HUMANIDAD 
SOBRE MIS HOMBROS

Por Nando Vaccaro Talledo – Febrero del 2018

Estaba rodeado por los pequeños con quienes comparto el taller de oratoria, de edades tan heterogéneas que oscilan entre los 7 y los 16 años; los más pequeñitos están en segundo de primaria y los más grandes incluso ya han ingresado a la universidad.  Se me había ocurrido que un  material interesante de lectura podía ser un periódico, para que practicaran en voz alta la narración de noticias y, en una misma línea cognitiva, lograran interpretar la información vertida, es decir la actualidad de lo que acontece en el mundo. La elección de la noticia fue, en extensión y complejidad, de acuerdo a las edades y desarrollo intelectual que yo supuse en cada alumno.

Lo que no preví fue que la mayoría de los niños y adolescentes hiciera lo que casi todo el mundo hace: dar una ojeada a la portada. Aunque había indicado qué artículo leer en su página respectiva, cerraron el diario por completo y tuvieron la carátula frente a ellos. Y bastaron unos pocos segundos para que llegara una pregunta que no supe cómo responder en ese momento: “profesor, ¿por qué pasan todas estas cosas en el mundo?”, mientras la cándida niña de 9 años  me mostraba los titulares en la portada y los señalaba con el dedo: Fue encontrado el supuesto asesino de joven universitario; Violador de sobrina fue condenado a cadena perpetua; Asesinan a empresario para robarle 500 soles… 
  
Sentí el peso de la humanidad sobre mis hombros. Me consideré responsable por todos esos terribles actos que pregonaba el diario, donde no quedaba ni un atisbo de cordura y menos de esperanza. Los niños me escrutaban, como si ellos aún no fueran parte de esta alborotada humanidad, queriendo saber por qué suceden esas cosas y por qué no estaban en el diario las novedades que informaban sus profesores en las aulas, esos descubrimientos maravillosos que hacen posible que hoy vivamos –a pesar de todo– mejor, y los augurios de sus padres respecto a sus sueños de ser grandes profesionales; y por qué no estaba, en definitiva, toda esa alegría que ellos tienen desde que se levantan hasta que se acuestan, pues los niños solo se dedican a vivir.

No pude negar que “esas cosas” suceden, que lamentablemente existe gente muy mala que no trata de realizar sus sueños sino que, por el contrario, son la encarnación de la peor pesadilla que uno pueda imaginar. Me disculpe en nombre del diario, de los periodistas, y en definitiva de toda la humanidad por haber traicionado sus ideales de una vida más pacífica y justa. “La vida es como es y no como debería”, me dijo en una oportunidad un sabio maestro. Pero eso no significa que debemos conformarnos ni atemorizarnos por lo que sucede. Más bien necesitamos aferrarnos a nuestros sueños y esperanzas para contrarrestar la maldad que se enquista en algunos corazones.


Es cierto que el grupo de niños a mi cargo proviene de hogares, por lo general, unidos, que procuran convivir en un ambiente de armonía, lejos de la violencia y los peligrosos con que deben lidiar numerosos adolescentes, incluso niños, que son involucrados en conductas delictivas y muchas veces son ellos los que terminan siendo parte de la noticia, o la noticia misma.




Considero que los medios de comunicación pueden –y deben– hacer más de lo poco o nada que hacen en cuanto a reflejar y construir la realidad de una sociedad; no se trata de evadir o cubrir con un manto de flores las noticias duras y tempestuosas, pero es desalentador pensar que los acontecimientos y novedades de nuestro mundo solo se circunscriben a las noticias que se relatan usualmente, olvidándonos que hay innumerables actos de bondad y honradez, de humildad y entrega, que auguran una luz de optimismo en esta sociedad, desde los asombrosos desafíos y entrega de amor inconmensurable que realizan las madres hasta las bienhechoras acciones de quienes sí creen y forjan un mundo mejor.

En el taller de oratoria de ese día los niños no cambiaron el semblante por largo rato, hasta que les pedí que cerraran los periódicos y les propuse hacer una actividad divertida.